El peligro de fumar porros durante la adolescencia
Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 19/2/2021. Puedes ver el original en este enlace.
Circula una leyenda urbana en la que se cree que el cánnabis es inofensivo e, incluso, se cree que es menos nocivo que el tabaco. De hecho, durante los últimos años se ha producido un debate sobre la legalización de la marihuana en España.
En Cataluña, la edad media actual de inicio de consumo de porros se sitúa alrededor de los 16 años. Además, un 20% de la población de entre 15 y 24 años ha fumado porros durante el último año.
Estos datos son preocupantes porque fumar marihuana o hachís durante la adolescencia incide de manera significativa sobre el cerebro, provocando cambios y alteraciones bioquímicas que pueden llegar a ser irreversibles y provocar una rotura total en la vida de la persona.
El motivo por el cual el cánnabis causa un impacto mayor en los adolescentes que en los adultos, es que el cerebro, en esta etapa, presenta una enorme plasticidad cerebral. La droga incide en los circuitos cerebrales de un cerebro en formación que no está preparado para recibir la sobrestimulación de tetrahidrocannabinol (THC), un compuesto químico que contiene el cánnabis.
El resultado es claro y consistente entre los centenares de estudios: consumir cánnabis durante la adolescencia incrementa el riesgo de desarrollar una esquizofrenia.
Además, aparece un empobrecimiento cognitivo que puede afectar incluso al coeficiente intelectual de la persona. En este sentido, una de las investigaciones más relevantes sobre el tema hizo un seguimiento de los efectos del cánnabis desde la adolescencia hasta la edad adulta, en una muestra de población muy amplia, y observaron que se perdían hasta ocho puntos de coeficiente intelectual (QI). (Meier, et al. 2012).
Un trabajo publicado en 2020 reveló que una pequeña cantidad de cánnabis, uno o dos porros, es suficiente para que se produzcan alteraciones en el cerebro (Lorenzetti, et al., 20202). Los principales autores del estudio vieron que los cerebros de los menores que habían consumido marihuana una o dos veces en su vida tenían más volumen de materia gris en áreas donde el cánnabis se une, en comparación con aquellos que nunca habían consumido.
Las diferencias más destacadas en materia gris fueron en la amígdala (involucrada en el miedo y otros procesos emocionales) y en el hipocampo (implicado en la memoria y el aprendizaje). El cánnabis actúa modificando las sinapsis, que son la maquinaria molecular necesaria para la comunicación neuronal y, por tanto, del adecuado funcionamiento cerebral.
Tetrahidrocannabinol: enemigo número uno
La planta cannabis sativa contiene, al menos, 144 compuestos distintos conocidos como cannabinoides y más de 1.100 componentes de otro tipo. Los cannabinoides más abundantes son el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD). El THC es el principal responsable del potencial psicoactivo del cánnabis, que se traduce, fundamentalmente, en la adicción, la psicosis y los problemas cognitivos.
La tendencia, tanto de los consumidores como de los cultivadores, es tener plantas con más potencial psicoactivo y de THC. Es por ello que el producto es cada vez más adictivo y nocivo.
Por suerte, no todo son malas noticias. Muchos estudios han podido comprobar que, si se suprime el consumo de forma total y sostenida, las funciones cognitivas y los problemas emocionales derivados del consumo puede mejorar significativamente (Lorenzetti, et al. 2020).
En este sentido, es muy importante trabajar la motivación al cambio y la búsqueda de ayuda profesional cuanto antes mejor.
Razones para prevenir el consumo de cánnabis durante la adolescencia:
1. Provoca empobrecimiento intelectual y alteraciones cognitivas.
2. Provoca mayor riesgo de sufrir trastornos mentales como la esquizofrenia, la paranoia, la ansiedad y la depresión.
3. Provoca problemas de adicción.
La marihuana es addictiva y predispone a otras drogodependencias: entre el 10% y el 30% de las personas que consumen cánnabis desarrollan un trastorno adictivo que no pueden controlar. Además, cuando se empieza a consumir antes de los 18 años, la probabilidad de dependencia es entre 4 y 7 veces más grande que cuando el inicio es en la edad adulta.
4. Provoca problemas respiratorios asociados tanto a la marihuana como al tabaco que se utiliza en los porros.
¿Qué podemos hacer si detectamos que nuestro hijo o hija fuma porros?
- No abordar el tema si está bajo los efectos del cánnabis.
- Tratar el tema en privado, en un espacio íntimo y cómodo.
- Disponer de tiempo para hablar con calma.
- No tomar decisiones drásticas o precipitadas, tomarlas conjuntamente.
- Hablar con él o ella directamente, escuchar su opinión y exponerle qué nos preocupa.
- Averiguar qué cantidad consume (no es lo mismo probarlo que fumar cuando se sale de fiesta o fumar cada día).
- No castigar o acusar. Es probable que no haga caso de las indicaciones y rechazará cualquier otra información que se le ofrezca.
- Si ha tenido problemas por el hecho de fumar, aprovéchalo para hablar del tema y que vea por sí mismo los efectos negativos.
- Evitar hacer comprobaciones en su habitación ni interrogatorios a sus amigos.
- Si es necesario, pedir asesoramiento o ayuda profesional y negociar con él o ella posibles soluciones.