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La dictadura de la felicidad constante

3 min

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Jóvenes en actitud jovial

Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 5/2/2025. Puedes ver el original en este enlace.

Tener una buena salud emocional no significa estar siempre feliz ni vivir únicamente experiencias agradables, sino que implica ser personas capaces de identificar, reconocer y expresar nuestras emociones, sean agradables o desagradables, aprender a regularlas y también saber buscar ayuda cuando la necesitamos.

Sentir en algunas ocasiones malestar emocional forma parte de la vida y no se puede evitar, especialmente, cuando vivimos dificultades o pasamos por momentos de adversidad o estrés. Sentir emociones desagradables, como ansiedad, tristeza o enfado, a veces es normal. Debemos comprender que hay emociones desagradables, pero que tienen sus funciones, y por eso debemos conocernos a nosotros mismos, para poder identificarlas, manejar y expresarlas de manera adecuada, según cada edad. También es necesario que entrenemos las habilidades socioemocionales que nos permitirán gestionarlas y localizar recursos sociales que nos puedan ayudar. Debemos ser personas capaces, pues, de hacer frente a situaciones emocionalmente desafiantes y probablemente exigentes, incluso estresantes o dolorosas, sin reaccionar de manera impulsiva o evitándolas.

La felicidad y el placer constantes no son posibles ni realistas ni adaptativos; no pueden ser una obligación. 

Vivir una vida real es vivir altos y bajos, incertidumbre y situaciones cotidianas de estrés, y saberlas afrontar. Debemos buscar un bienestar más profundo y consistente, menos explosivo o reactivo, auténtico, personal y sostenible, basado en nuestras propias habilidades, necesidades, recursos y valores. 

Por ello, es importante:

  • Percibir, entender e interpretar nuestro entorno mediante la exploración y reflexión sobre lo que nos rodea y cada situación que vivimos.

  • Tener, nutrir y mantener relaciones que sean saludables para apoyarnos mutuamente.

  • Hacer actividades que sean significativas.

  • Saber tomar decisiones de manera responsable y creativa.

  • Adaptarnos y aprender de las circunstancias y experiencias que nos pasan.

Hay que tener claro que cada persona puede experimentar este bienestar emocional de manera diferente y que puede ir cambiando a lo largo de la vida, pero nos debe permitir:

  • Sentir, pensar y actuar de manera plena en nuestro día a día.

  • Comprender, conducir y reconducir, experimentar y expresar todas las emociones de manera saludable y equilibrada.

  • Gestionar las emociones desagradables y cultivar las emociones agradables.

 

Malestar emocional versus trastorno de salud mental

Para empezar, hay que diferenciar el malestar emocional del trastorno de salud mental, y dejar de patologizarlo y estigmatizarlo. El malestar emocional se genera al vivir situaciones de dificultad en nuestra vida cotidiana que nos hacen experimentar emociones desagradables, pero no constituye un trastorno mental. Son reacciones ordinarias ante la vida y ante las situaciones, que tenemos que ir afrontando. Así pues, el malestar emocional tiene un componente ambiental muy importante, es decir, el entorno juega un papel clave.

El malestar emocional se define como un estado multifactorial de naturaleza psicológica –emocional, cognitiva, conductual–, social y espiritual, influido también por elementos contextuales y físicos, que puede modular nuestro desarrollo en las diferentes áreas de la vida. 

En principio, esta experiencia subjetiva de sufrimiento o preocupación no llega a la intensidad, la frecuencia y la duración necesaria para cumplir criterios diagnósticos de trastorno mental, que no quiere decir en ningún caso que la persona no lo esté pasando mal.

 

Algunas de las manifestaciones más frecuentes de malestar emocional son:

  • El miedo.

  • La culpa.

  • La insatisfacción.

  • La desesperanza.

  • El decaimiento.

  • La falta de motivación.

  • El desánimo.

  • La angustia.

  • La soledad.

En cambio, los trastornos mentales son situaciones clínicas que no tienen una única causa, pero que a menudo tienen componentes de vulnerabilidad biológica innata, y que en algunos momentos pueden impactar y generar interferencias con la vida cotidiana de la persona y su entorno. Todas las personas, tanto si tienen o no algún trastorno mental, pueden sentir malestar emocional.

Así pues, el malestar emocional forma parte de la vida y se trata de un estado habitual; hay que normalizarlo pero no frivolizar sobre él ni tampoco relativizarlo, sino que todas las personas debemos aprender a comprenderlo, identificar su causa y tener habilidades socioemocionales y recursos sociales para manejarlo, darnos y recibir apoyo, y hacer frente a las situaciones que nos van ocurriendo y a las emociones que vamos sintiendo. Y, en caso de que algo nos sobrepase, poder disponer y acudir a espacios donde nos ayuden a hacerlo.

Equipo Henka Centros Educativos