Cómo mejorar la relación con las pantallas en casa
Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 14/11/2022. Puedes ver el original en este enlace.
¿Cuántas horas se puede considerar saludable para que un niño o adolescente juegue en computadora, Xbox, celular, etc.?
En general, las recomendaciones de tiempo por edad son:
- 0-3 años: 0 pantallas
- 4-6 años: menos de 30 minutos al día
- 7-12 años: menos de 1 hora al día
- a partir de los 12 años no hay un tiempo límite claro
Más que el tiempo límite de pantallas hay que valorar que la persona tenga equilibrio en sus actividades y que el uso de pantallas no le limite el tiempo para realizar otras actividades importantes como estudiar, estar con amigos y familiares, hacer deporte, etc.
Hemos consensuado en casa un tiempo de pantallas de 3 horas al día, pero mi hijo no lo respeta porque no le parece suficiente. Se enfada y no lo deja. ¿Cómo debemos actuar? ¿Se lo quitamos a la fuerza?
Vayamos por partes. Parece que el tiempo lo habéis decidido, pero no consensuado ya que a él no le parece bien. Nos referimos a consenso cuando todas las partes están de acuerdo. Por otro lado, el consenso en el uso de pantallas puede ser complicado ya que hay otras cosas a tener en cuenta como la edad del menor o el uso que le está dando a la pantalla. Por ejemplo, no es lo mismo tener 16 años y en esas 3 horas hacer los deberes, jugar y relacionarse con amistades, que tener 8 años y dedicar 3 horas diarias a jugar a la consola. Así pues, es muy importante analizar la etapa evolutiva de la criatura, sus necesidades y la realidad familiar para determinar las horas y poder llegar a consensos en el caso que lo veamos necesario.
Por otro lado, el enfado delante de una situación que el menor no comparte ni entiende, es una emoción lícita, es normal que se enfade si no está de acuerdo. A pesar de ello, aunque esté enfadado hay conductas que hay que redirigir. Delante de la situación crítica, del momento del enfado, si retiramos a la fuerza lo más probable es que se dé una escalada de malestar tanto en la criatura como en su familia, por eso suele funcionar mejor, como adultos, revisar esa situación, las pautas que hemos dado y hacer cambios para las siguientes veces.
Por ejemplo, si pasadas las horas acordadas no lo quiere dejar, le avisamos. Si no lo deja y se nos hace tarde para cenar, dormir o lo que sea, nos podemos preguntar: ¿hemos puesto alarma de fin de actividad? ¿hemos acompañado y avisado los últimos momentos? ¿le pasa en todas las situaciones o solo en días determinados?, ¿es necesario o conveniente que se conecte 3 horas al día? ¿Cuál es la actividad que tiene que hacer al terminar el tiempo? Este tipo de reflexiones sobre la situación problemática nos puede ayudar a planear mejor nuestras rutinas acompañando a nuestro hijo o hija en el malestar que puede suponer para ellos dejar de hacer una actividad gratificante para empezar a hacer una que, seguramente, lo es menos. Además, que las personas que acompañamos al menor seamos conscientes de que la emoción es normal ayuda a no frustrarse o enojarse por el enfado, cortando la escalada de conflicto en casa y mejorando el ambiente familiar.
¿Si a nivel académico tienen que utilizar las pantallas en casa, cómo «controlar» que no hagan un uso inadecuado cuando hacen trabajo del instituto sin tener que estar presentes los padres?
La verdad es que no hay una manera infalible para «controlar» que no hagan lo que no queremos que hagan, y menos si no estamos presentes. Pero esto no solo nos pasa con las pantallas, ¿verdad? Es decir, existen algunas aplicaciones o dispositivos de control parental para reducir este riesgo, pero no son infalibles. Una buena opción es actuar como lo hemos hecho en otras ocasiones con ellos (por ejemplo, cuando empiezan a salir solos a la calle), tenemos que asegurarnos que conocen los riesgos, que tienen las herramientas para manejarse y, una vez hecho esto, empezaremos a hacer pruebas «ensayo-error». Si la prueba sale bien damos un poco más de autonomía y, si no, hacemos un paso atrás revisando lo que no nos ha funcionado, sin culpar por el error.
Concretando, suele ser útil reducir el riesgo de hacer otras actividades mientras hacen los deberes (dejar el móvil en otro sitio, no tener la televisión encendida, …), establecer un tiempo para hacer las tareas y luego dejar tiempo para usar las pantallas para el ocio, supervisar o acompañar estos momentos y hablar con nuestros hijos e hijas para que juntos veamos qué funciona y que no.
¿Cómo podemos hacer comprender a los adolescentes las consecuencias de la sobre exposición a las pantallas?
Una de las características de la adolescencia es lo que se conoce como optimismo adolescente, es decir que son optimistas por la etapa vital en la que viven, aquella frase tan típica de «eso a mí no me va a pasar». Además, es síntoma de un correcto desarrollo sensación de inmortalidad, así pues, esa conjunción (optimismo e inmortalidad) hace que asuman riesgos que quizá en otras etapas no asumirían, incluso sabiendo las consecuencias negativas que pueda conllevar asumir algún riesgo. Además, la adolescencia también se caracteriza por una dificultad de pensar en el largo plazo. Así pues, hacer comprender a los adolescentes las consecuencias que puedan ocurrir por la exposición a las pantallas es algo complejo.
Así que una de las mejores maneras para hacer comprender a los adolescentes las consecuencias de la sobre exposición a las pantallas puede ser dar ejemplos, seguro que se nos ocurre algo que nos haya pasado a nosotros mismos. Pero suele pasar que saber los riesgos no significa que hagamos cambios a una conducta más saludable. Es por eso que, a pesar de la edad, sigue siendo importante marcar límites y normas respecto al uso de pantallas para toda la familia.
¿Es correcto que un niño menor de 2 años esté ya interactuando con las pantallas?
Tanto la Organización Mundial de la Salud como la Asociación Americana de Pediatría no recomiendan el uso de pantallas antes de los 2 años. La guía de la Generalitat de Catalunya pone este mínimo en los 3 años. Y es porque el uso de pantallas en criaturas pequeñas no aporta beneficios para su desarrollo, en cambio ya sabemos que puede aportar limitaciones en diferentes áreas como en la del lenguaje, el desarrollo psicomotor o en la interacción social.
¿A qué edad podemos introducir las pantallas y de qué forma?
A partir de los 3 años se puede ir introduciendo el uso de pantallas seleccionando muy bien el contenido teniendo en cuenta la edad y acompañando en su uso (no solo supervisando) con un tiempo no superior a la media hora diaria y poniendo especial atención en que la actividad con pantallas no repercute en el resto de actividades importantes para la vida de la persona como los hábitos diarios, el juego, el descanso, el movimiento, etc.
Mi hijo de 6 años justo empieza a jugar con la Nintendo y me pide el móvil para jugar o mirar Youtube. Hace varias extraescolares, va al centro excursionista y el resto de días juega con sus amigos, pero en casa solo le apetece mirar pantallas. ¿Debería establecer un horario?
Con 6 años no debería estar más de 30 minutos en una pantalla y siempre con acompañamiento. Si decides que use las pantallas, valorando que hace actividad variada el resto del tiempo, se debería poner un horario limitado. Recuerda que en el momento que empiezan a usar las pantallas en casa es posible que reduzca mucho el juego libre, apareciendo el aburrimiento y desinterés por el resto de actividades que puede hacer en casa. Esto puede mejorar si se establece un horario limitado, condicionado a otras cosas (que no se establezca la rutina de que puede jugar cada día) y se fomenta la variedad de juego en casa acompañando.
¿Cómo gestionar un niño que no deja el móvil apartado cuando tiene que estudiar, deja de lado los estudios y sus obligaciones en casa?
Es importante tener en cuenta la edad del niño, qué hace con el móvil y porqué deja sus estudios de lado. ¿no le gusta estudiar? ¿no lo hace tanto como nos gustaría? ¿Ha bajado el rendimiento académico? Así, sin conocer estos detalles, la respuesta se complica.
En principio, el móvil no es un derecho adquirido, es una herramienta que las familias dejamos que tengan. Si el móvil es un impedimento para cumplir obligaciones tendríamos que revisar las condiciones de uso del mismo.
Cuando son pequeños hemos puesto límites, incluso le puedes quitar y punto la tecnología. Pero a ciertas edades pones límites de tiempo y hay días que es más difícil que te haga caso, porque parece que está rebotado con el mundo. Entonces no le puedes quitar la tecnología tan fácilmente. ¿Qué hacemos?
Exacto, no todos los días son igual, a veces cuesta más y no se trata de «quitar». Si los días difíciles se hacen frecuentes habrá que revisar qué papel juega la tecnología en esto y cambiar las condiciones de uso.
Es importante que las personas adultas entendamos que el objetivo no es que nos hagan caso al instante y conseguir que hagan lo que queremos. Cuando pensamos así nos frustramos porque no lo hacen y las soluciones que encontramos van relacionadas con el castigo, complicando el vínculo en muchos casos y sin conseguir que entiendan realmente la importancia de lo que les pedimos.
Quisiera una alternativa al chantaje o al castigo de dejar sin consola si antes no hace los deberes.
Una vez establecida la rutina de jugar o usar pantallas sin condición previa antes cuesta hacer el cambio y muchas veces acabamos «amenazando» con el castigo, como bien dices.
Una alternativa puede ser hacer un cambio en esa rutina, de manera que expliquemos que una vez se empieza cuesta más dejarlo y da pereza hacer los deberes y por eso vamos a ayudarles, teniendo nosotros la consola (limitando el acceso) y acompañándolos a hacer sus deberes. Entre semana incluso podemos cambiar la rutina para que no haya consola.
¿Cómo podemos gestionar la intimidad de nuestros hijos en la supervisión o no de contenidos de conversaciones?
Es común que exista esta contradicción en el conflicto de intereses que existe entre la supervisión parental y el respeto a la intimidad de los hijos e hijas. En el hecho concreto de las conversaciones, que es donde va dirigida la pregunta, creo que cada familia debe intentar pensar si está interfiriendo en el espacio más íntimo. A modo de reflexión, las conversaciones que tienen en otros espacios no las controlamos. Así pues, ¿porque ponemos el foco en la pantalla? Es evidente que quizá hay riesgos que fuera están menos presentes, pero creo que también es importante darle alguna vuelta a esta pregunta. Una buena gestión puede pasar por trabajar en el avance hacia el propio autocontrol por parte de los adolescentes y evitar así estos conflictos.
¿Cómo podemos explicar a nuestros hijos qué cosas son íntimas y cuáles lo son tanto que no deberían compartirse ni siquiera en privado?
Entiendo que la pregunta va dirigida hacia qué deberían o no compartir con terceras personas, no con la familia. En el caso de las terceras personas, quizá deberíamos poder explicar, y eso es el papel fundamental de las familias en la educación, que no se debería compartir ninguna información personal (donde vivimos, donde estudiamos…). Pero también es importante que eduquemos en que ellos deben respetar la intimidad de terceras personas que puedan compartir información, imágenes, vídeos con ellos.
¿Cómo puedo enseñarle un uso responsable de las pantallas si me ve a mi continuamente usándolas para realizar teletrabajo constante?
Ante esta pregunta es preciso saber separar espacios de uso de pantallas entre ocio y obligación. El gran problema es si, al terminar la jornada laboral, seguimos usando de forma intensiva las pantallas o, si cada vez que las uso -aunque no sea siempre verdad-, digo que es por el trabajo. Igual que nuestro hijo o hija a veces va a usar el ordenador para buscar información o trabajar con un editor de textos, o en una plataforma educativa y otras va a querer usar la pantalla para chatear, jugar o ver vídeos.
¿La adición puede manifestarse como una obsesión en modo puro? Es decir, ¿sin compulsión visible externamente, solo en modo rumiativo de pensamiento?
Es frecuente el pensamiento recurrente sobre el videojuego o la tecnología cuando hay una adicción, sobre todo cuando no se tiene acceso a ella. También son frecuentes los síntomas de abstinencia que podrían encajar con lo que comentas. Pero el trastorno por videojuegos tiene estas características:
- Focalización: preocupación frecuente, pensamientos obsesivos o deseo intenso de realizar la actividad, que se acaba convirtiendo en prioritaria en la vida de la persona. Se pierde interés por cualquier otra actividad escolar, laboral, lúdica o social.
- Modificación del estado de ánimo: se realiza la actividad con tal de evadirse del malestar emocional o mejorar el estado de ánimo.
- Tolerancia: incremento progresivo del tiempo dedicado a realizar la actividad para obtener la gratificación inicial.
- Síntomas de abstinencia: sentimientos o sensaciones desagradables cuando no se puede realizar la actividad (irritabilidad, ansiedad, agitación...).
- Conflicto: el exceso de tiempo utilizado al realizar la actividad gratificante ocasiona conflictos internos (intentos de control infructuosos, malestar emocional con la situación), o conflictos con los demás (discusiones familiares, aislamiento de los amigos, disminución del rendimiento escolar...).
- Recaída: tendencia a repetir patrones repetitivos del comportamiento adictivo después de un período de abstinencia o de control.
Creo que mi hija hace un uso excesivo del móvil, ¿cómo puedo saber si tiene una adición al móvil?
Generalmente la instauración de la adicción es un proceso más o menos gradual que va desde los primeros contactos esporádicos, donde la persona experimenta aspectos placenteros que promueven su repetición (denominado reforzador positivo) hasta la necesidad de realizar la conducta una y otra vez con el fin de aliviar el malestar (denominado reforzador negativo).
También es importante tener en cuenta el momento evolutivo en la valoración. Donde, de manera natural, se dan cambios en las relaciones con iguales, en las familiares e incluso en las rutinas diarias como en los hábitos de sueño, por ejemplo. En los momentos iniciales de cualquier proceso patológico en el adolescente, puede ser difícil diferenciar entre la conducta adolescente normal y la que está provocada por una adicción incipiente.
Así pues, las señales de alarma, en este caso, son pequeños cambios que el adolescente va incorporando de forma sutil pero continua y que, en un determinado momento, pasan de ser poco habituales y justificables tanto para él como para su entorno, a no serlo. Son todos aquellos indicadores que pueden evidenciarse en algunos de los siguientes puntos, debiendo presentarse de manera recurrente y sostenida en el tiempo:
- Patrón de sueño alterado, secundario al cambio de hábitos en el dormir y en la disminución de las horas de sueño para realizar la conducta adictiva. Por ejemplo, se queda conectado por las noches, se acuesta tarde, por la mañana le cuesta mucho levantarse.
- Patrón del apetito alterado, come rápido y mal para ganar tiempo, puede llegar a saltarse alguna comida.
- Menos atención por la higiene, debiendo recordarle pautas de higiene básica que antes realizaba (cepillarse los dientes, ducharse, cambiarse de ropa).
- Dejadez en aspectos importantes de su vida, motivado por el aumento del tiempo que ocupa con la conducta adictiva o preparándola. Pérdida de la noción del tiempo.
- Cambio del estilo de ocio, cambio de intereses, de entorno.
- Pérdida de amistades o del interés para verlas presencialmente. Solo tiene amigos en la red.
- Cuando no puede realizar la conducta adictiva muestra irritabilidad o parece lánguido sin hacer nada, es capaz de estar estirado en la cama durante horas.
- Estado de ánimo oscilante, tendencia a la tristeza, se muestra poco comunicativo, encerrado en su mundo, le molesta que le preguntes cosas sobre su día a día.
- Rendimiento académico alterado, absentismo escolar, incremento de las notificaciones de actitud poco colaboradora o reprobatoria, aumento de los suspensos y las expulsiones de clase.
- Demanda de productos o aplicaciones que tienen un coste económico, puede llegar a realizar hurtos, generalmente de pequeñas cantidades de dinero, y especialmente a la familia más cercana.
- Elevada concentración o excitación por la actividad que le genera adicción, no respondiendo a estímulos externos (por ejemplo, no responde cuando se le llama, eleva la voz o usa vocabulario soez cuando interacciona con la pantalla, etc.)
Cuándo existe una posible adicción a las pantallas, en un menor de 14 años, ¿uno de los primeros síntomas es la agresividad? ¿es normal que él mismo se percate que hay estados que le crean ansiedad y no controla esa agresividad e impulsividad?
La irritabilidad es común en menores cuando existe un malestar. También es frecuente lo que comentas, puede ser que detectemos que algo no nos sienta bien y, aun así, lo seguimos haciendo. Incluso puede ser que nuestra conducta no nos guste y seguir sin cambiarla. Cuando somos jóvenes, las áreas del cerebro encargadas del autocontrol aún no están acabadas de desarrollar y todo esto aún cuesta más. Por eso, necesitan más límites y acompañamiento tanto de la conducta como de las emociones que las acompañan.
¿Qué pautas podemos seguir para que un joven de 19 años deje de estar enganchado?
Sería importante que pueda acudir a un especialista, se podría empezar consultando al equipo de atención primaria. Para ayudarnos a que acuda, podríamos buscar qué aspectos de la situación en la que está le generan malestar: ¿puede ser que se sienta solo, que no se sienta cómodo relacionándose presencialmente con la gente, que sienta que está perdiendo el tiempo y oportunidades, que se encuentre triste o ansioso, que no descanse bien o se sienta cansado? Si somos capaces de llegar a su malestar y le hacemos entender que eso puede mejorar será más receptivo a pedir ayuda.
Cuándo hay una adicción, ¿qué se debe hacer para desengancharlo de las pantallas?
Cuando hay sospecha de adicción siempre hay que consultar con un especialista, acudiendo primero a su pediatra o médico de referencia. No hay indicaciones generales que sirvan para todo el mundo, hay que hacer un tratamiento.