La transición de la etapa educativa al mundo laboral
Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 17/12/2024. Puedes ver el original en este enlace.
El paso de la vida académica al mundo laboral es una de las transiciones más significativas en la vida de una persona joven. Este cambio implica no solo una alteración de roles y responsabilidades, sino también una transformación personal y emocional. A pesar de que muchas personas jóvenes esperan esta etapa con ilusión, a menudo viene acompañada de incertidumbre y de angustia. Según datos del Observatorio de Trabajo y Modelo Productivo (2024), se estima que anualmente en Cataluña 367.600 jóvenes de 16 a 24 años aproximadamente participan activamente en el mercado laboral, ya sea estando ocupados o buscando trabajo, cada uno con su propia trayectoria y velocidad de adaptación.
Retos e impacto en la salud mental
La educación proporciona las bases del conocimiento teórico y técnico necesario para afrontar el mundo laboral. Sin embargo, uno de los primeros obstáculos que se encuentran muchas de estas personas es la falta de experiencia práctica. Esto genera sentimientos de inseguridad, puesto que a menudo se cuestionan si realmente están preparadas para las responsabilidades que comporta un puesto de trabajo. Algunos de los principales retos a los que se enfrentan son:
Falta de experiencia laboral
El salto al mercado laboral puede resultar intimidatorio, especialmente para aquellas personas que no han tenido la oportunidad de participar en prácticas o trabajar durante sus estudios. Muchos jóvenes se sienten abrumados ante la idea de enfrentarse a un entorno nuevo y altamente competitivo sin una experiencia previa sólida. Este sentimiento de incapacidad puede desembocar en sentimientos de angustia, que no solo afectan la salud mental, sino también el rendimiento profesional.
Los primeros meses de trabajo son un periodo crítico en el que los nuevos trabajadores se tienen que adaptar a las dinámicas laborales. En esta fase, es fácil sentirse desbordado por la cantidad de información nueva que se tiene que asimilar y por la presión de estar a la altura de las expectativas de las figuras superiores. La falta de seguridad en las propias habilidades y la presión de no cometer errores pueden afectar negativamente la confianza y, en consecuencia, el bienestar emocional.
Expectativas no realistas
Otro factor que puede complicar esta transición es la discrepancia entre las expectativas previas y la realidad laboral. El sistema educativo, las redes sociales e, incluso, los medios de comunicación suelen presentar una imagen idealizada del mundo laboral. Estas personas jóvenes inician sus carreras profesionales con la idea de que encontrarán inmediatamente un trabajo bien remunerado, con un horario flexible y con tareas motivadoras para ellas. Aun así, la realidad a menudo es muy diferente.
La necesidad de conseguir éxito de manera inmediata, conseguir estabilidad financiera o avanzar en la escala profesional puede desviar la atención del crecimiento personal y profesional a largo plazo.
Cuando los jóvenes descubren que los primeros trabajos pueden implicar una jornada laboral larga, tareas repetitivas o sueldos bajos, la desilusión es casi inevitable. Este choque entre las expectativas y la realidad puede generar frustración y desmotivación. Para algunas, la sensación de haber "fracasado" en su carrera antes de haberla empezado puede ser un golpe emocional difícil de gestionar.
Presión por el éxito inmediato
Vivimos en una sociedad que valora el éxito rápido y visible al instante. Las redes sociales amplifican esta presión, mostrando constantemente ejemplos de jóvenes que parecen triunfar en sus carreras al poco de graduarse. Esta comparación constante puede hacer que las personas que no avanzan a la misma velocidad se sientan inferiores y desmotivadas.
Esta necesidad de obtener resultados rápidos puede provocar un estrés considerable. La necesidad para conseguir éxito de manera inmediata, conseguir estabilidad financiera o avanzar en la escala profesional puede desviar la atención del crecimiento personal y profesional a largo plazo. La falta de paciencia o de comprensión sobre los procesos necesarios para desarrollar una carrera sólida puede afectar negativamente al bienestar de la persona.
Inseguridad laboral
La inseguridad del mercado laboral actual es uno de los principales factores que genera angustia entre las jóvenes. Contratos temporales, salarios bajos y una precariedad generalizada son una realidad para muchos trabajadores que empiezan en un mundo donde cada vez el coste de vida es más alto en comparación con los salarios. Por ejemplo, el sueldo medio de una persona joven de menos de 25 años en Cataluña es de 15.000€ brutos al año; en cambio, el de una persona de más de 35 años es de 29.500€ (IdesCAT, 2022). Esta falta de estabilidad no solo impide hacer planes de futuro, sino que también afecta directamente a su salud mental.
La ausencia de una estructura clara y previsible en la carrera profesional hace que muchas personas jóvenes se sientan desprotegidas e inseguras respecto a su futuro. La imposibilidad de planificar a largo plazo o el miedo a perder el trabajo en cualquier momento puede hacer que la transición al mundo laboral sea un proceso constante de incertidumbre.
Estrategias para facilitar la transición
A pesar de los desafíos mencionados, hay varias estrategias que se pueden aplicar para facilitar esta transición y reducir los efectos negativos sobre la salud mental de las personas jóvenes.
Programas de mentoraje
El apoyo de una figura mentora experimentada puede ser un gran alivio para las personas jóvenes que empiezan en el mundo laboral. Las empresas que implementan programas de mentoraje proporcionan a los nuevos trabajadores un guía que les ayuda a adaptarse al nuevo entorno. Las personas mentoras pueden compartir su experiencia, dar consejos y proporcionar apoyo emocional durante los primeros meses de trabajo, cuando la inseguridad es más alta.
Estos programas permiten que no se sientan tan solas en el proceso y que tengan una persona de referencia a quién recorrer en caso de dudas o dificultades. Además, el mentoraje favorece el desarrollo de las habilidades profesionales y personales necesarias para prosperar en el mundo laboral.
Formación práctica
Durante la etapa educativa, es esencial que los jóvenes tengan acceso a formación práctica que les permita aplicar sus conocimientos teóricos en situaciones reales. Esta experiencia no solo aumenta su seguridad a la hora de empezar a trabajar, sino que también reduce la sensación de estar desconectados de las demandas del mercado laboral.
Los programas de mentoraje, la formación práctica, la orientación profesional y los espacios de cuidados son estrategias efectivas para ayudar a los jóvenes a adaptarse a las nuevas exigencias de la vida profesional.
El aprendizaje práctico, ya sea a través de prácticas como de proyectos colaborativos dentro del entorno educativo, ofrece una preparación más sólida para las tareas que tendrán que hacer frente en el futuro laboral. Además, los permite descubrir y desarrollar sus habilidades en un entorno controlado, lo que favorece una transición más suave en el mundo laboral.
Orientación profesional
Se propone como medida interesante que las instituciones educativas y las empresas puedan proporcionar orientación profesional para ayudar a las personas jóvenes a identificar sus objetivos de carrera y a desarrollar un plan de acción. La orientación ayuda a reducir la sensación de desconocimiento y les permite tener una visión más clara de sus capacidades, así como de las oportunidades que tienen al alcance.
Esta orientación también puede incluir la preparación para entrevistas laborales, la creación de un currículum sólido y la adquisición de competencias que mejoren la empleabilidad. A medida que se sienten que tienen un camino más claro y estructurado, su confianza aumenta, y se reduce el sentimiento de angustia y el malestar emocional consecuente asociados a la incertidumbre profesional.
Fomentar espacios de cuidados a los trabajadores
La resiliencia es la capacidad de recuperarse de las dificultades y mantener una actitud positiva ante los retos. A medida que los jóvenes se incorporan al mundo laboral, es fundamental que desarrollen esta habilidad para gestionar mejor los contratiempos y las tensiones que se puedan presentar.
Las organizaciones pueden ofrecer espacios de cuidados donde se escuchen las necesidades de los trabajadores y les permita sentirse escuchados. La creación de un entorno de trabajo saludable, donde se fomente la comunicación abierta y el cuidado del bienestar emocional, es esencial para reducir el impacto del estrés laboral y mejorar la calidad de vida de las personas.
Reducir la presión social como ciudadanía
Una de las maneras más accesibles de contribuir como ciudadanía es a través del lenguaje y las expectativas que transmitimos a las personas jóvenes. Preguntas frecuentes como «¿Todavía no trabajas?» o «¿No has encontrado nada en tu área?» pueden crear una presión adicional, que a menudo les lleva a sentir que su proceso personal de investigación de trabajo no es bastante rápido o adecuado. Este tipo de comentarios pueden generar una sensación de frustración, especialmente en un contexto en que el mercado laboral presenta barreras significativas.
Además, aceptar y promover la idea que hay muchas trayectorias válidas y ritmos diversos en el proceso de incorporación laboral es esencial. Hay quién necesita tiempo para desarrollar una carrera académica más larga, otros que pueden empezar trabajando en sectores no relacionados con sus estudios para conseguir estabilidad, o quien opta por periodos de voluntariado o formación adicional. Normalizar estos caminos diversos y destacar que todos son válidos fomenta una sociedad más inclusiva y comprensiva. De este modo, se reduce el estigma de la "prisa" para conseguir una estabilidad laboral inmediata y se valora más el crecimiento personal y profesional a largo plazo.
En definitiva, la transición de la vida académica al mundo laboral es una etapa clave en la vida de las personas. Desafíos como la falta de experiencia, las expectativas no realistas, la presión por el éxito inmediato y la inseguridad laboral pueden afectar negativamente su salud mental. Aun así, con el apoyo adecuado, tanto por parte de las empresas como de las instituciones educativas, esta transición puede ser mucho más fácil.
Los programas de mentoraje, la formación práctica, la orientación profesional y los espacios de cuidados son estrategias efectivas para ayudar a las personas jóvenes a adaptarse mejor a las nuevas exigencias de la vida profesional. Crear uno entorno de trabajo donde se valore la salud mental y se promueva el aprendizaje constante puede marcar la diferencia entre una transición complicada y una experiencia de crecimiento personal y profesional satisfactoria.