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Los niños y adolescentes se sienten cada vez más solos

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Los niños se sienten solos

Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 18/3/2022. Puedes ver el original en este enlace.

La soledad es una realidad que se esconde, poco aceptada socialmente, uno de los muchos tabús que rodean el malestar emocional, pero no por eso es menos real.

A menudo confundimos estar solos con sentirnos solos, y tendemos a creer que la soledad es cosa de personas mayores.

El aislamiento social (estar solo) es el estado objetivo en el que la red de contactos sociales de la persona (familia o amistades) es pequeña, está lejos o no se confía en que pueda apoyar en caso de necesidad. Mientras que la soledad (sentirse solo) es una vivencia o percepción subjetiva en relación con la cantidad y calidad de las relaciones sociales, de falta de conexión con los demás. Cuando hablamos de soledad lo hacemos, pues, del sentimiento de desajuste entre las relaciones sociales que se tienen y las que se quisieran tener. Con esto, sentirse solo no significa necesariamente estar solo, ni estar solo significa necesariamente sentirse solo.

La pandemia ha puesto de relieve que la soledad existe más que nunca y, no solamente eso, sino que los adolescentes y jóvenes cada vez se sienten más solos, están menos satisfechos con su vida y sufren más aislamiento social.

En comparación con otros grupos de edad, los adolescentes son más susceptibles de desarrollar sentimientos de soledad. Según el Informe España 2020, elaborado por la Cátedra Amoris Laetitia y la Fundación Casa Familia, y centrado en la Comunidad de Madrid, antes de la pandemia el 31% de los jóvenes menores de 30 años se sentían solos, mientras que las personas mayores de 60 años manifestaban ese sentimiento en un 14,7%. Y como se ha visto en otros estudios, este sentimiento de soledad puede triplicar el riesgo de estos niños y adolescentes de desarrollar una depresión en el futuro, y el impacto de la soledad y los síntomas depresivos podrían prolongarse durante años (Loades et al., 2020).

Las dificultades de algunos adolescentes para adaptarse a los cambios propios de la etapa de transición a la vida adulta, que además afectan a distintos contextos sociales, aumentan el sentimiento de soledad. La psicòloga Maria Elías señala en su artículo en FAROS que «durante la adolescencia se produce un proceso de autonomía y de distanciamiento respecto a los padres, a la vez que la relación con los iguales adquiere una importancia muy elevada y se hace más compleja». Y muchos adolescentes han vivido esta situación a la vez que restricciones en las actividades y el contacto físico con los iguales durante la pandemia, multiplicando así las probabilidades de sentirse solos.

Unas relaciones familiares fuertes, de calidad, y con una buena comunicación pueden ayudar a niños y adolescentes a prevenir y combatir la soledad, así como también lo hacen unas buenas relaciones con los iguales, situaciones sociales y económicas favorables, o incluso el hecho de tener una pareja sentimental.

Las consecuencias de la soledad en los niños y adolescentes no solamente pueden afectar a su desarrollo psicosocial y emocional presente (tristeza, aburrimiento, sentimiento de aislamiento y de exclusión, malestar, sentimiento de vacío...), sino que también pueden tener un impacto importante en la salud mental y física en momentos de su adultez (más probabilidades de desarrollar depresión, ansiedad, peor calidad del sueño, mayor riesgo de suicidio, cambios fisiológicos...).

Muchos jóvenes ven cómo este sentimiento de soledad se va reduciendo a medida que se van flexibilizando las medidas restrictivas de la pandemia y se pueden reanudar los contactos sociales. Pero también es imprescindible que todos los profesionales estemos atentos, no solamente al propio adolescente, sino también a su red de convivencia y de relación, desde una perspectiva comunitaria.

Pautas para profesionales que trabajan con jóvenes

El Ayuntamiento de Barcelona, ​​en el marco de su Estrategia municipal contra la soledad 2020-2030, ha editado una guía dirigida a profesionales que trabajan con jóvenes y adolescentes y que proporciona algunas recomendaciones en este sentido. A continuación presentamos algunas de ellas:

Ámbito de la persona joven

  • Conocer el mapa relacional y de ocupación del tiempo del joven.
  • Detectar sus intereses y motivaciones.
  • Generar espacios de confianza.
  • Detectar situaciones de riesgo.

Ámbito de la red de convivencia

  • Conocer la situación familiar y de convivencia.
  • Desarrollar estrategias que permitan el bienestar físico y emocional de los convivientes.
  • Promover relaciones afectivas positivas.

Ámbito de la red de relaciones de proximidad

  • Detectar el riesgo de aislamiento de las amistades o situaciones de acoso.
  • Promover actividades diversas, positivas y empoderadoras para el adolescente, preferentemente en grupo.
  • Asesorar y acompañar en su proyecto académico/laboral.
  • Acompañar y asesorar en el uso de redes sociales y nuevas tecnologías.

Ámbito de la dimensión comunitaria

  • Poner en marcha estrategias conjuntas entre profesionales y organizaciones de juventud de los territorios.
  • Potenciar acciones que promuevan las relaciones sociales del territorio y facilitar a los jóvenes el conocimiento de estas acciones, fomentando espacios libres de discriminaciones.
  • Promover el asociacionismo y el voluntariado.

Entre todos debemos conseguir que los jóvenes no estén solos ni tampoco se sientan solos.

Cisa Llopis Carbajo