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Una mirada sincera al bullying desde el entorno educativo

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Ciberbullying entorno educativo

Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 8/3/2022. Puedes ver el original en este enlace.

Nos encontramos hoy en un entorno social más preocupado por etiquetar los problemas que por buscar soluciones, y esto nos lo encontramos tanto en diagnósticos de síndromes que afectan al aprendizaje y la salud mental como en problemas relacionales graves.

Tener un diagnóstico de TDAH o de dislexia no es un punto final para poner una etiqueta a un niño que justifique sus problemas, sino un punto de partida para buscar y aplicar soluciones que ayuden a mejorar, minimizar o resolver algunas de sus dificultades de aprendizaje. Esto nos ocurre también con los problemas mentales. Los especialistas nos han alertado del abuso y del mal uso de los términos: los nombres de algunos trastornos pasan a utilizarse como calificativos de estados de ánimo, como «estar depre» o «estar paranoico», minimizando y sacando de contexto trastornos mentales lo suficientemente serios como para que los trivializamos.

Esto mismo nos ocurre con la palabra bullying o acoso escolar: que se utiliza entre compañeros o entre adultos, fuera de contexto o de manera irónica, bromeando entre ellos y provocando una infravaloración de lo que realmente es el bullying.

El tema es especialmente delicado porque también, en otras ocasiones, se trivializan situaciones reales de bullying y se les quita importancia girando la cara o infravalorando la relevancia que tiene para la persona que está viviendo de forma reiterada unas relaciones inadecuadas de convivencia. Y esto ha ocurrido y ocurre en contextos de convivencia escolar y de ocio, que son entornos en los que educar en la convivencia y el respeto son valores prioritarios.

Necesitamos, por tanto, desde todo el entorno educativo, una reflexión serena sobre el bullying y el ciberbullying, con la mirada y el asesoramiento de profesionales expertos, para poder detectarlos adecuadamente en sus inicios y poder implementar lo antes posible actuaciones de mediación y reparación que ayuden a los niños y jóvenes afectados, así como también, a nivel comunitario, para poder establecer relaciones basadas en el respeto.

Escuchar, contextualizar y ayudar a recuperarse de un acoso escolar

Se puede valorar qué es el bullying con criterios objetivos, pero sobre todo hay que estar muy alerta a los sentimientos y percepciones de quienes lo sufren. Cuando un niño o un adolescente se siente agredido, despreciado, ridiculizado por otros compañeros, sea en persona o en las redes, hay que actuar con urgencia: escucharle, contextualizar la situación y, por encima de todo, ayudarle a recuperar su bienestar y encontrar soluciones. Hay alumnos que se protegen para minimizar el dolor y simulan que no les afecta, que no les importan bromas subidas de tono, motes o marginaciones de los compañeros. I aquí el papel del educador es clave para ayudarles, para acompañarlos para que expresen los verdaderos sentimientos, porque si no partimos del reconocimiento de lo que nos está pasando, no podremos avanzar hacia una buena solución.

Deberemos trabajar estas soluciones en el contexto del grupo: avanzando ante todo en soluciones reparadoras por el alumno agredido y, a partir de ahí, reconstruir las relaciones entre ellos basándose en el respeto y el afecto. Muchas veces deberemos trabajar, con los alumnos implicados, modelos de buenas relaciones de convivencia. Nunca resolveremos un tema de bullying a fondo si no modificamos los patrones de relación entre compañeros, y esto requiere un trabajo profundo de todo el equipo de educadores en la escuela o en el ocio, y siempre con la colaboración y la coherencia del entorno familiar.

Cuando no se trabajan a fondo y con perseverancia los modelos de relaciones entre iguales, nos encontramos muchas veces con situaciones de rebote en las que se alternan los papeles agresores-agredidos. Alumnos que agreden por no ser agredidos o porque han sido agredidos. En estas situaciones hemos puesto una tirita sobre el problema, pero no hemos curado a fondo la verdadera cuestión y, manteniendo el símil de la herida, no hemos cuidado la salud.

Nunca resolveremos un tema de bullying a fondo si no modificamos los patrones de relación entre compañeros, y esto requiere un trabajo profundo de todo el equipo de educadores

Debemos trabajar en todos los entornos educativos para garantizar una educación emocional bien fundamentada y seria que no se plantee de forma etérea y poco concreta, sino que se establezca como una línea educativa prioritaria. Una educación que trabaje de forma sistemática y coherente tanto las relaciones interpersonales, partiendo del reconocimiento de la singularidad de cada uno y de la valoración positiva de la diferencia, como el papel distorsionador de las relaciones interpersonales que favorece el supuesto y falso anonimato en las redes sociales.

También hay que poner sobre la mesa un tema grave y que muchas veces queremos obviar: la coherencia y la ejemplaridad de todos los educadores es determinante, ya no en el trabajo del bullying en el aula sino especialmente para establecer buenos modelos relacionales. Algunos comentarios socarrones o ridiculizantes hechos por parte de los educadores (maestros, entrenadores, familias), a veces irónicos o sarcásticos, pueden actuar de modelo, legitimando unas relaciones abusivas entre compañeros.

¿Y qué ocurre cuando las relaciones se deterioran en las redes, muchas veces hiriendo lo que más daña al adolescente –su imagen– mediante las varias redes sociales de vídeos y fotos? Aquí las agresiones pueden ser de un bullying directo o indirecto. Muchas veces no va directamente contra una persona, pero afecta a quienes no están en el círculo. Cuando no se dejan likes en los vídeos o fotos de un compañero, cuando se cuelgan fotos en las que sale alguien posando de alguna manera que solo se puede hacer con unas condiciones físicas excepcionales, cuando se hacen comentarios excluyentes que tan solo entienden los iniciados. Esto también es bullying y muchas veces todavía provoca más dolor a las personas afectadas.

Y todo esto va más allá de las paredes del aula, o de lo que ocurre en el entorno familiar o de ocio de los jóvenes. Esto es un problema que nos afecta a todos, es la cara B de la Educación 360° y la que debemos priorizar y afrontar, sin buscar culpables y trabajando todos a una, como una tribu que educa de forma coherente y anteponiendo el bienestar de los niños y el hecho de ayudarles a crecer también con herramientas de relación y convivencia.

Hay que ir al fondo del problema para poder resolverlo y necesitaremos un trabajo de reconstrucción y, muchas veces, de buena construcción de la autoestima de todas las personas afectadas y de replanteamiento de cabo a rabo de los modelos de relaciones.

Debemos dar espacios de escucha a los niños y jóvenes, debemos establecer las condiciones para dejarles hablar, deben encontrarse en contextos de confianza para poder pedir ayuda, tener adultos cercanos para verbalizar sus miedos... Y aquí tenemos que atender a todos los alumnos, a los agredidos prioritariamente pero también a los agresores, porque avanzar en unas relaciones de afecto y de respeto, de entender la diferencia, de valorar al otro y preocuparse de su bienestar es determinante para construir entre todos una sociedad real y virtual más respetuosa y empática.

Coral Regí Rodríguez