Características de la comunicación familiar en la adolescencia
Este contenido se publicó originalmente en SOM Salut Mental 360º el día 10/8/2021. Puedes ver el original en este enlace.
Forma parte de la adolescencia que éstos pongan a prueba la relación con los padres, desafiando las reglas familiares preexistentes y exigiendo mayor libertad y autonomía. Es habitual que tanto padres como hijos se sientan frustrados por los cambios en su forma de comunicarse, pero este es un proceso que requiere tiempo y ajustes constantes.
Muchos padres sienten a sus hijos adolescentes distantes o tremendamente reactivos y se sienten confundidos ante su conducta, sin saber cómo actuar. La etapa de la adolescencia implica una diferenciación con los roles paternos en busca de una identidad propia. En ocasiones esa búsqueda de identidad choca con de lleno con valores o normas familiares, generando frecuentemente conflictos entre padres e hijos.
La expresión del afecto también es un aspecto cambiante, pudiendo evitar activamente muestras de afecto normales en la infancia y que ahora consideran vergonzosas.
En esta etapa se hace especialmente necesario que los padres intenten ponerse en el lugar de los hijos, intentando conocer y comprender esta etapa de desarrollo con el objetivo de poder dar significado a conductas inherentes a la adolescencia y que en un primer momento pueden dar la sensación de ser transgresoras, provocadoras y conflictivas.
Algunas actitudes habituales con la llegada de la adolescencia y que suelen ser motivo de preocupación para la mayoría de los padres son:
Sentir que el adolescente se niega o se cierra ante los intentos de comunicación por parte de los padres.
Muchos padres viven con ansiedad el silencio de sus hijos. Se preocupan especialmente si creen que hay algún problema que el adolescente se niega a compartir.
¿Cómo actuar? La comunicación es un proceso de doble vía. Es aconsejable que nosotros como padres también compartamos nuestras inquietudes con nuestros hijos adolescentes para servir de modelo. Otro aspecto clave es que tal vez nuestros hijos nos sientan poco disponibles o se sientan interrogados por nuestras preguntas. Recomendamos tener paciencia, mostrar disponibilidad, curiosidad real y utilizar el modelaje.
Sentir que el adolescente nunca está disponible.
Puede dar la impresión de que siempre tiene otros planes, está conectado con sus amigos y la familia pasa a ocupar un lugar relegado. Podemos pasar de relaciones muy estrechas en la infancia a una marcada distancia en la adolescencia. Es importante aprender a respetar su necesidad de espacio. Esto implica renunciar a realizar actividades agradables con ellos.
¿Cómo actuar? Se recomienda mostrar interés por sus aficiones e intereses y no olvidarnos de proponer (sin atosigar) actividades que podamos realizar conjuntamente. En cuanto al uso de aparatos tecnológicos, practicar con el ejemplo y tener claro que prohibir es aumentar el deseo.
Sentir que el adolescente siempre está de mal humor y que salta a la mínima.
La adolescencia es una etapa de múltiples cambios no solo sociales, sino también físicos, biológicos y neurológicos que hacen que algunos adolescentes estén especialmente sensibles o reactivos emocionalmente. Es aconsejable no tomarnos esto como algo personal, aunque esto no significa que debamos tolerar conductas agresivas o reacciones muy desproporcionadas.
¿Cómo actuar? Tratar de mantener la calma y no desbordarnos ante comentarios del tipo «te odio», «me estás amargando la vida» u «ojalá no fueras mi padre/madre». Si ante comentarios de este tipo aprendemos a mantenernos serenos y firmes, ayudaremos a nuestro hijo a autorregularse y le enseñaremos una manera diferente de responder en situaciones de elevada carga emocional.
Sentir que cada negociación es una batalla a vida o muerte.
En su búsqueda de autonomía e identidad es habitual que el adolescente empiece a cuestionar las reglas y normas familiares establecidas.
¿Cómo actuar? El adolescente puede o no rebelarse por sistema, pero lo habitual es que ese desafío a la autoridad paterna se haga para evidenciar el cambio de etapa. Es muy importante saber elegir las batallas que queremos luchar. Que un adolescente esté castigado las veinticuatro horas del día no es eficaz y estar todo el día «de morros» tampoco nos va a ayudar a mejorar nuestra forma de comunicarnos. Para evitarlo, pactar una serie de normas inamovibles y establecer las consecuencias por su transgresión puede ser una buena base y, a partir de ahí, estar abiertos a la negociación.
Sentir que no podemos evitar que cometan errores.
Es fundamental que los padres aprendamos a ir tolerando las decisiones que tomen, a pesar de sentir que se están equivocando, con el objetivo de que puedan convertirse en personas autónomas y autorreguladas.
¿Cómo actuar? Dejar que los adolescentes experimenten por sí mismos las consecuencias de sus decisiones y aprendan a tolerar la frustración es una manera de convertirles en personas competentes y con capacidad para gestionar y resolver conflictos.
Este es un artículo original de Escola de Salut del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona. Para más información sobre la comunicación familiar, consultad el 12º Informe FAROS «Una mirada a la salud mental de los adolescentes - Claves para comprenderlos y acompañarlos».